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jueves, 22 de julio de 2021
martes, 20 de julio de 2021
Un cohete de Papel
Había una vez un niño cuya mayor ilusión era tener un cohete y dispararlo hacia la luna, pero tenía tan poco dinero que no podía comprar ninguno. Un día, junto a la acera descubrió la caja de uno de sus cohetes favoritos, pero al abrirla descubrió que sólo contenía un pequeño cohete de papel averiado, resultado de un error en la fábrica.
El niño se apenó mucho, pero pensando que por fin tenía un
cohete, comenzó a preparar un escenario para lanzarlo. Durante
muchos días recogió papeles de todas las formas y colores, y se dedicó con toda
su alma a dibujar, recortar, pegar y colorear todas las estrellas y planetas para crear un espacio de
papel. Fue un
trabajo dificilísimo, pero el resultado final fue tan magnífico que la pared de
su habitación parecía una ventana abierta al espacio sideral.
Desde entonces el niño disfrutaba cada
día jugando con su cohete de papel, hasta que un compañero visitó su habitación
y al ver aquel espectacular escenario, le propuso cambiárselo por un cohete auténtico que tenía en casa. Aquello casi le volvió loco de
alegría, y aceptó el cambio encantado.
Desde entonces, cada día, al jugar con su
cohete nuevo, el niño echaba de menos su cohete de papel, con su escenario y sus planetas,
porque realmente disfrutaba mucho más jugando con su viejo cohete. Entonces se
dio cuenta de que se sentía mucho mejor cuando jugaba con aquellos juguetes que
él mismo había construido con esfuerzo e ilusión.
Y así, aquel niño empezó a construir él mismo todos sus juguetes,
y cuando creció, se convirtió en el mejor juguetero del mundo.
La princesa de fuego
Hubo una vez una
princesa increíblemente rica, bella y sabia. Cansada de
pretendientes falsos que se acercaban a ella para conseguir sus riquezas, hizo publicar que se casaría con
quien le llevase el regalo más valioso, tierno y sincero a la vez. El palacio
se llenó de flores y regalos de todos los tipos y colores, de cartas de amor incomparables y de
poetas enamorados.
Y entre todos aquellos regalos magníficos,
descubrió una piedra; una simple y sucia piedra. Intrigada, hizo llamar a quien se la había regalado. A pesar de su
curiosidad, mostró estar muy ofendida cuando apareció el joven, y este se
explicó diciendo:
- Esa piedra
representa lo más valioso que os puedo regalar, princesa: es mi corazón. Y también es sincera, porque aún no es vuestro y es duro como una piedra. Sólo cuando se llene de amor se
ablandará y será más tierno que ningún otro.
El joven se marchó tranquilamente, dejando a
la princesa sorprendida y atrapada. Quedó tan enamorada que llevaba consigo la
piedra a todas partes, y durante meses llenó al joven de regalos y atenciones, pero su corazón seguía siendo duro como la
piedra en sus manos. Desanimada, terminó por arrojar la piedra al fuego; al
momento vio cómo se deshacía la arena, y de aquella piedra tosca surgía una
bella figura de oro. Entonces comprendió que ella misma tendría
que ser como el fuego, y transformar cuanto tocaba separando lo inútil de lo
importante.
Durante los meses siguientes, la princesa se propuso cambiar en el reino, y como con la piedra, dedicó su vida, su
sabiduría y sus riquezas a separar lo inútil de lo importante. Acabó con el
lujo, las joyas y los excesos, y las gentes del país tuvieron comida y libros. Cuantos trataban con la princesa salían
encantados por su carácter y cercanía, y su sola presencia transmitía tal calor
humano y pasión por cuanto hacía, que comenzaron a llamarla cariñosamente
"La princesa de fuego".
Y como con la piedra, su fuego deshizo la
dura corteza del corazón del joven, que tal y como había prometido, resultó ser
tan tierno y justo que hizo feliz a la princesa hasta el fin de sus días.
Un agujerito en la Luna
Cuenta una antigua leyenda que en una época de gran calor la gran montaña nevada perdió su manto de nieve, y con él toda su alegría. Sus riachuelos se secaban, sus pinos se morían, y la montaña se cubrió de una triste roca gris. La Luna, entonces siempre llena y brillante, quiso ayudar a su buena amiga. Y como tenía mucho corazón pero muy poco cerebro, no se le ocurrió otra cosa que hacer un agujero en su base y soplar suave, para que una pequeña parte del mágico polvo blanco que le daba su brillo cayera sobre la montaña en forma de nieve suave.
Una vez abierto, nadie alcanzaba a tapar ese
agujero. Pero a la Luna no le importó. Siguió soplando y, tras varias noches vaciándose, perdió todo su polvo
blanco. Sin él estaba tan vacía que parecía invisible, y las noches se
volvieron completamente oscuras y tristes. La montaña, apenada, quiso devolver la nieve a su amiga. Pero, como era
imposible hacer que nevase hacia arriba, se incendió por dentro hasta
convertirse en un volcán.
Su fuego transformó la nieve en un denso
humo blanco que subió hasta la luna, rellenándola un poquito cada noche, hasta que esta se volvió a ver completamente redonda y brillante.
Pero cuando la nieve se acabó, y con ella el humo, el agujero seguía abierto en la Luna, obligada de nuevo a compartir su magia hasta vaciarse por
completo.
Viajaba con la esperanza de encontrar otra
montana dispuesta a convertirse en volcán, cuando descubrió un pueblo que necesitaba
urgentemente su magia, no tuvo fuerzas para frenar su corazón, y soplo sobre
ellos, llenándolos de felicidad hasta apagarse ella misma. Parecía que la Luna
no volvería a brillar pero, al igual que la montana el agradecido pueblo encontró
la forma de hacer nevar hacia arriba. Igual que hicieron los siguientes, y los
siguientes, y los siguientes.
Y así, cada mes, La Luna se reparte
generosamente por el mundo hasta desaparecer, sabiendo que en unos pocos día
sus amigos hallaran la forma de volver a llenarla de luz.
Un Hada muy Fea
Había una vez una
aprendiz de hada madrina, mágica y maravillosa, la más lista y amable de las
hadas. Pero era también un hada muy fea, y por mucho que se esforzaba en
mostrar sus muchas cualidades, parecía que todos estaban empeñados en que lo
más importante de una hada tenía que ser su belleza. En la escuela de hadas no
le hacían caso, y cada vez que volaba a una misión para ayudar a un niño o
cualquier otra persona en apuros, antes de poder abrir la boca, ya la estaban
chillando y gritando:
- ¡fea! ¡bicho!, ¡lárgate de aquí!.
Aunque pequeña, su magia era muy poderosa, y
más de una vez había pensado hacer un encantamiento para volverse bella; pero
luego pensaba en lo que le contaba su mamá de pequeña:
- tú eres como eres, con cada uno de tus granos y tus arrugas; y seguro
que es así por alguna razón especial.
Pero un día,
las brujas del país vecino arrasaron el país, haciendo prisioneras a todas las
hadas y magos. Nuestra hada, poco antes de ser atacada, hechizó sus propios
vestidos, y ayudada por su fea cara, se hizo pasar por bruja. Así, pudo
seguirlas hasta su guarida, y una vez allí, con su magia preparo una gran
fiesta para todas, adornando la cueva con murciélagos, sapos y arañas, y música
de lobos aullando.
Durante la
fiesta, corrió a liberar a todas las hadas y magos, que con un gran hechizo
consiguieron encerrar a todas las brujas en la montana durante los siguientes
100 anos.
Y durante esos 100 anos, y muchos más, todos recordaron la valentía y la inteligencia del hada fea. Nunca más se volvió a considerar en aquel país la fealdad una desgracia, y cada vez que nacía alguien feo, todos se llenaban de alegría sabiendo que tendría grandes cosas por hacer.
El Arbol mágico
Hace mucho mucho tiempo, un niño paseaba por un prado en cuyo centro encontró un árbol con un cartel que decía: soy un árbol encantado, si dices las palabras mágicas, lo verás.
El niño trató de acertar el hechizo, y probó con abracadabra, supercalifragilisticoespialidoso, tan-ta-ta-chán, y muchas
otras, pero nada.
Rendido, se tiró suplicante, diciendo: "¡¡por favor, arbolito!!", y entonces, se abrió una gran puerta en el árbol. Todo estaba oscuro, menos un cartel que decía: "sigue haciendo magia". Entonces el niño dijo "¡¡Gracias, arbolito!!", y se encendió dentro del árbol una luz que alumbraba un camino hacia una gran montaña de juguetes y chocolate.
El niño pudo llevar a
todos sus amigos, a aquel árbol y tener la mejor fiesta del mundo, y por eso se
dice siempre que “que por favor”, son las palabras mágicas.
Juegos de Sopa de Letras
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